Oct 16, 2011 | Liderazgo
¿Dominamos nuestras emociones o ellas nos dominan a nosotros?
Muchos creerán que el ser humano es capaz de dominar sus emociones, por naturaleza. Pero ¿qué significa dominar las emociones? ¿Dominarlas significa negarlas, o encauzarlas, o aislarlas, o evitarlas? ¿Significa seguir adelante con la vida que cada uno se ha planteado, cueste lo que cueste?
El ser humano se emociona; los animales también. Sin embargo, respondemos de manera diferente ante este hecho. Una vez tuve una experiencia con caballos, y me di cuenta de que los caballos podían «oler» mi miedo, o mi confianza; yo no podía disimularlo, a pesar de que ellos «no hablaban mi idioma». Los caballos respondían cuando una persona intentaba guiarles desde una emoción positiva, y no seguían a quien estuviera confuso, tuviera miedo, o trasmitiera algún tipo de conflicto. ¿Por qué? ¿Tienen más inteligencia emocional que los humanos? ¿Algo así sería posible?
Tal vez sea porque ellos simplemente viven su vida tal y como se les presenta: a cada momento hacen lo que les toca, y si algo de lo que les toca hacer no les gusta, simplemente lo viven como una frustración pero luego continuan con su vida, tal cual. Es decir, un enfado no les dura una semana; ni tampoco una alegría. Pasan de un suceso a otro con total naturalidad, pasan de una emoción a otra con total naturalidad.
Sin embargo, los humanos nos preocupamos si nos sentimos mal, porque estamos mal; si estamos alegres, ante todo queremos preservarlo, si algo nos «cabrea» lo contagiamos a los demás, y si negamos una emoción, esta aparentemente se evapora, pero en realidad se queda anclada en nuestro subconsciente y se mantiene silente allí, haciéndose presente por sorpresa en situaciones que se nos van presentando, como si estuviera dirigiendo nuestra vida y eligiendo nuestras situaciones por nosotros. Es decir: nos apegamos a ellas, muchas veces sin darnos cuenta; otras veces por inercia y otras por incapacidad.
Muchos evitamos las emociones porque «no se debe mezclar lo personal con el trabajo», por ejemplo, o «porque no está bien visto» o porque «queda mal que una mujer se enfade, o que un hombre llore», o se cree que mostrar vulnerabilidad es igual a debilidad.
Me pregunto si una persona, por ejemplo un directivo, no sabe reconocer sus emociones, y cree que tratarlas es igual a esconderlas o a evitarlas para que «no estorben en su camino», ¿qué hara cuando ante sí tenga equipos de personas, o hijos propios?
Hoy en día se sabe que el cerebro racional es sólo una pequeñisima parte del cerebro total de las personas, y que en este, estructuras como el cerebro límbico, más internas, tienen una influencia mucho mayor en las decisiones de las personas que el «cerebro racional».
Trabajar las emociones en uno mismo requiere de altas dosis de paciencia y humildad: en el camino veremos cosas que no nos gustan (nos han enseñado a creer que algunas emociones son feas y poco apropiadas) y tendremos miedo, sí, pero en el camino también descubriremos que hay muchas formas de tratar las emociones. Hay técnicas, como la respiración, el trabajo con animales, o enfoques como la auto-observación, la auto-escucha, la toma de conciencia que nos permiten abordarlas de una forma directa y sin intermediarios.
Las emociones median en nuestras relaciones con los demás; facilitan el entendimiento o provocan el conflicto; mueven nuestras decisiones, tanto decisiones triviales (elegir un camino para ir a la oficina), como decisiones de compra, o de tipo social (voy aquí, porque me siento bien, me entienden, y no allá porque no me siento bien). Entenderlas y encauzarlas es parte de la inteligencia emocional
Saber vivirlas como lo que son es una de las claves de la felicidad.
Oct 6, 2011 | Liderazgo
Tres historias de Steve Jobs
Hoy ha muerto Steve Jobs. Su vida nos ha dejado muchas cosas: apetito y locura, como él mismo dijo.
El hombre que más nos ha acercado a la tecnología con su visión y su intuición, habló en 2005 ante los graduados de Standford para contar tres historias sobre su vida:
Puntos que se encuentran. Este es el título de la primera historia.
Cuando nació, sus padres biológicos lo dieron en adopción a una familia que pudiera pagar sus estudios universitarios. Después de grandes esfuerzos, Steve llegó a la universidad y al poco tiempo se dio cuenta de que aquéllo no le interesaba para nada. Desesperado y sin saber qué hacer, decidió dejar de ir a las clases obligatorias y renunciar a su titulación, para acudir en cambio a las que le despertaban la curiosidad. Así es como estudió caligrafía, y aprendió la tipografía Sans Serif. 10 Años más tarde de esa «rareza», cuando estaba diseñando su primer MaC, se reconectó con aquél recuerdo y convirtió Sans Serif en la tipografía de MaC, algo que fue imitado por Windows después. Conectar los puntos: «algo que sucede en el presente pero que no puedes entender se explicará años más tarde. Todo tiene un sentido», contaba Steve en su historia. «Sigue tu corazón, incluso cuando crees que te lleva por el camino equivocado. Verás que años después, era el camino adecuado».
La segunda historia se llama Amor y Pérdida.
El creó una compañía con un amigo en el garage de su casa, que pronto tuvo un gran éxito y contrató a 4000 personas. Al poco tiempo, le despidieron, ante su sorpresa: «¿cómo te pueden echar de una empresa que has creado tú?» Se sintió fracasado públicamente, y después de meses sin saber qué hacer, decidió seguir haciendo lo que más amaba. Así fue como creó Pixar (que luego creó Toystory) y Next (donde conoció a su esposa). Curiosamente, Next fue comprado por Apple, y él contratado de nuevo. «De un fracaso surgió el renacimiento de Apple. Nada de eso habría sido posible sin haber sido despedido»- decía en su discurso. Entonces él aprendió que «cuando amas lo que haces sólo puedes hacer un gran trabajo». «Busca eso que te llena, cuando lo veas lo reconocerás», decía.
La tercera historia se llama Muerte.
Y es lo que ha sucedido hoy. La proximidad de la muerte ante un cáncer de pancreas es lo que le llevó a vivir todos sus días como si fuera el último. «Ante la cercanía de la muerte, dice, desaparece todo lo que no es importante, todos los miedos, y en cambio ves con claridad lo que verdaderamente es cierto». «Aunque nadie quiere morir – decía- la muerte es necesaria, porque nos da paso a los demás, a los más jóvenes». Pero nuestro tiempo es limitado: «no lo malgasteis viviendo el tiempo de otros, ni hagáis caso de las opiniones ajenas.»
El habló de tres historias, pero para mí estas tres historias se pueden resumir en una: sigue a tu corazón.
La inteligencia busca, el corazón encuentra, decía George Sand (seudónimo de la baronesa Dudevant, escritora francesa). Ayer hablábamos de resiliencia, de que somos invencibles y vulnerables. Hoy muere Steve Jobs, y nos deja un gran legado, una manera de vivir, y el ver que en cada cosa hay una muerte pero también un nacimiento.
Con estas tres historias, pero sobre todo, con su vida y su obra, nos da un gran ejemplo: es posible crear cosas bellas, útiles, rentables para todos cuando dejamos atrás el miedo a perder, ( a perder el camino, el trabajo, el reconocimiento, la vida, la familia), y confiamos en nuestra inconfundible e indestructible voz interior.
Aprender a escuchar nuestra propia voz interior: el coaching es un camino para reconocerla y seguirla. Es lo mejor que podemos hacer, no sólo porque es lo que nos hará más felices, sino porque es lo que dejará lo mejor de nosotros mismos aquí, cuando nos hayamos ido.
Oct 5, 2011 | Cultura
Sostenibilidad y Resiliencia, dos grandes palabras para explicar un concepto sencillo: resistir, mantenerse, adaptarse. Un día se me ocurrió juntarlas en una misma frase. ¿Y qué ocurrió? De pronto es como si viera que tanto las empresas o las organizaciones como las personas tenemos muchas ocasiones de ponerlas en práctica. Sí, pero, alguien se preguntará: ¿qué quiere decir eso exactamente?
Vayamos paso a paso. Primero la resiliencia; luego la sostenibilidad y luego el conjunto.
¿Y qué es resiliencia entonces? La resiliencia es una manera de superar la adversidad, es un recurso que tenemos las personas para hacer frente a situaciones hostiles. El concepto lo inventaron unas psicólogas especializadas en desarrollo infantil, Emmy Werner y Ruth Smith, que, ayudadas por un grupo de médicos, psicólogos y trabajadores sociales en California y Hawai, investigaron un grupo de 200 niños nacidos en las isla de Kaukai (Hawai), quienes habían padecido circunstancias difíciles, como el nacer en hogares monoparentales, o el vivir en familias sumidas en la pobreza, alcoholismo o violencia de género. Después de años de seguimiento a estos niños, las doctoras vieron que 72 de estos niños consiguieron superar las dificultades de su infancia y en su adolescencia, no presentaron ningún problema de aprendizaje o de comportamiento. Al llegar a los 32 años de edad, 32 de aquéllos niños se habían transformado en adultos seguros de sí mismos, competentes en sus trabajos, con relaciones de afecto estables y que expresaban con optimismo deseos de aprovechar las oportunidades de sus vidas y contribuir a la sociedad. Al ver lo que podían tener en común estos niños, se dieron cuenta de que tuvieron cuidadores (no necesariamente sus padres) que les consideraban afectivos, de fácil trato y activos. El resto de los niños, 129, sin embargo desarrollaron unas vidas mucho más tormentosas y carentes de felicidad. Hubo algo que hizo que los niños pudieran adaptarse y sobrevivir a las dificultades; probablemente los que creyeron en ellos; los que los educaron en valores como la confianza, el afecto, la familia, y la alegría. Hoy en día, esta facultad de «resiliencia» es lo que nos hace persistir en las dificultades sin dejarnos abatir por ellas completamente. Como dice Rojas Marcos, nos hace ser «vulnerables pero invencibles».
Esto mismo está hoy en el día a día de las empresas. Si consideramos que las empresas están formadas por personas, además de por tecnología y por procesos complejos, podemos ver que las empresas están intentando avanzar no sólo hacia la optimización de sus procesos productivos para que demanden menos recursos como la energía, por ejemplo, y sean así menos vulnerables a los cambios de precio energéticos en el futuro. Es algo de lo que configura la sostenibilidad.
¿Qué empresas podrán fomentar la resiliencia en sus personas? Aquellas que fomenten en sus empleados y proveedores valores como la confianza, la continuidad, la creatividad, las relaciones nutritivas, entre otros. Como dice Sam Palmisiano de IBM «los gestores de una empresa son temporales, el retorno es cíclico, pero los valores permanecen. Son el tejido conectivo que da la longevidad». Los valores positivos hacen aflorar lo mejor de las personas, y estas a su vez, hacen aflorar lo mejor en sus vidas, en sus trabajos, en sus relaciones.
Finalmente, personas con capacidad de crear entornos que se mantengan a largo plazo, también serán capaces de identificar cómo gestionar los recursos necesarios para seguir produciendo y manteniendo la competitividad. En definitiva, la resiliencia en las personas es lo que la sostenibilidad a las empresas.
